Cada vez que enfrentamos una crisis económica, la frase “esta vez es diferente” resuena con fuerza. Y aunque parezca una excusa o una justificación para los errores pasados, lo cierto es que no hay dos crisis iguales. Los modelos económicos, por sofisticados que sean, fallan en predecir la siguiente crisis o el próximo ciclo. Modelos que llevan varios cientos de años de datos fracasan estrepitosamente porque se enfocan en lo sucedido y no en lo que puede llegar a suceder, lo cual entra a veces en el terreno de la imaginación.
Las crisis económicas no tienen un patrón uniforme. Cada una surge de una combinación única de factores que no podemos prever con exactitud. Los modelos económicos intentan, con fórmulas y predicciones, dibujar el futuro, pero a menudo se quedan cortos o como mucho contribuyen a alguna profecía autocumplida. Se mueve en un terreno lleno de decisiones humanas, que a menudo son irracionales y guiadas por emociones como la codicia en tiempos de bonanza o el pánico en épocas de crisis.
Los expertos en economía y finanzas a menudo hablan con la certeza de las ciencias exactas, sobre todo cuando un acontecimiento refuerza sus propias creencias o sesgos políticos. Sin embargo, esta seguridad es engañosa. La economía no sigue leyes inmutables como la física o las matemáticas; es una red compleja de comportamientos humanos, a menudo impredecibles.
Este enfoque reduccionista se traslada a la ciudadanía, que consume y repite ciertos mantras económicos empaquetados y fáciles de entender asumidas como dogma. Frases como "los mercados se autorregulan", "la inflación está controlada" o “los impuestos son ineficientes” se repiten sin un análisis profundo de lo que realmente significan o de cómo aplican a la situación presente. Este tertulianismo económico transforma a la gente en "expertos de café", repitiendo simplificaciones que no capturan la complejidad de la realidad. Y es que, como siempre, el diablo está en los detalles.
En un contexto donde el conocimiento se trivializa, los expertos en economía surgen con la misma velocidad con la que emergieron los expertos en geopolítica hace unos años o en virología durante la pandemia. La confianza en un conocimiento superficial y la falta de una visión crítica nos hacen vulnerables a repetir los mismos errores, mientras el verdadero desafío es imaginar los problemas que aún no hemos enfrentado.
Cada crisis es un recordatorio de que la previsión perfecta es un mito. En lugar de intentar predecir lo impredecible, tal vez debamos aceptar la incertidumbre y prepararnos para lo inesperado. Porque esta vez, como siempre, es diferente.